viernes, 13 de abril de 2007





















LAWRENCE DE ARABIA, Lawrence of Arabia (1962)
Dirigida por David Lean, basándose en el guión escrito por Robert Bolt de la novela autobiográfica de Thomas Edward Lawrence, "Los siete pilares de la sabiduría", la película narra la vida de un hombre especial, T.E. Lawrence, un inglés que, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), sirvió en el cuartel general británico de El Cairo. Allí fue destinado a ayudar al príncipe árabe Feisal en su lucha contra los turcos en la región árabe de Hejaz. Lawrence llegó a identificarse tanto con el pueblo árabe que desde entonces llevó siempre sus ropas, e intentó unificar a todas las tribus árabes para que, una vez terminada la guerra, formaran un Arabia unida. Pero las potencias europeas (Inglaterra, Francia) tenían otros planes respecto a Arabia y respecto a Lawrence...Por partes. Esta película, por de pronto, es mi favorita por encima de todas las demás, y la considero como la mejor película de la historia del cine. No quiero entrar en discusiones sobre si otras son mejores, sobre si "El Padrino", "Ciudadano Kane", etc. Con esta película descubrí que mi verdadera pasión era el cine, mi afición por él empezó con esta película, y por otra parte, tras haber leído y comprado varios libros sobre la película, me reafirmo. He visto muchas películas (aunque son más las que me quedan por ver), alguna de ellas prácticamente tan buenas como la que nos ocupa ahora, pero como el cine (como todo arte) se basa en sensaciones, ningún filme me produce tantas como ésta. Las imágenes que transmite (sobre todo las del desierto, nadie rodará jamás el desierto como lo hizo Lean), la poesía, certeza y agudeza del inconmensurable guión de Robert Bolt, la arrebatadora belleza de la música de Maurice Jarre, la antológica fotografía de Freddie Young (nunca se ha visto mejor el desierto).... podría estar así un mes, y no acabaría de contar las sensaciones que me produce esta película. La aventura, la angustia, el ascenso y caída de una persona, un hombre corriente que quiso ser un mito, y que se dio cuenta de que no lo era de la manera más dolorosa posible. David Lean cambió para siempre la forma de hacer cine épico, ya que unió espectáculo e intimismo, galopadas de miles de jinetes por el desierto y los golpes que el destino le reservaba a un hombre. Los actores están de diez todos, desde el protagonista, Peter O'Toole, hasta el último camello. De Peter O'Toole voy a hacer un inciso. Este actor irlandés fue contratado para un papel que medio Hollywood se disputó (Marlon Brando, Dirk Bogarde, Albert Finney...), y que, probablemente, nadie lo hubiera hecho como lo hizo él. Su formación como actor shakesperiano valió para que su trabajo se convirtiera en legendario. Tan brillante fue que incluso las frases las pronunciaba con total cuidado, midiendo la cadencia y dicción de cada palabra, y pasando de la educación y el sosiego, a la pasión y al peligro, de lo racional a lo irracional, utilizando para ello cualquier mínimo gesto, cualquier movimiento con las manos o con la cabeza. Cualquier palabra sirve: monumenal, increíble, espectacular, volcánico, genial.... y nos estaremos quedando cortos ante la actuación de Peter O'Toole, que, aunque luego hizo buenas películas, nunca alcanzó la excelencia de este trabajo. Sobran igualmente las palabras ante las actuaciones de Alec Guinness (probablemente, mi actor favorito de toda la historia del cine) como el príncipe Feisal (ahora ya sabéis el porqué de nick), Anthony Quinn, como el líder de la tribu howeitat Auda ibu Tayi; José Ferrer, que en sólo 10 minutos de reloj compuso uno de los mejores personajes malvados, el del gobernador turco de Deraa; Arthur Kennedy como el periodista americano Jackson Bentley, Jack Hawkins como el astuto general Allenby, Claude Rains como el sibilino Dryden, y, cómo no, Omar Sharif, debutando, como O'Toole, en el cine de primera línea de manera espectacular, con el papel del Sherif Alí, el lugarteniente de Feisal, y la persona, que, como vemos al final del filme, mejor acabará comprendiendo a Lawrence. Un trabajo sobresaliente.
Los momentos mágicos del filme se cuentan a puñados, y son tantos (el último ataque a los turcos, con Lawrence completamente fuera de sí; la travesía del implacable desierto del Nefud; cuando los turcos torturan a Lawrence, etc) que yo me quedo con dos: Peter O'Toole, cuando sus jefes le informan de su misión en Arabia, enciende una cerilla, le enciende el cigarro a Claude Rains, y, en un primer plano, sonríe y apaga el fósforo. Cuando el sonido del soplido aun no se ha ido, el primer plano desaparece y aparece el desierto instantes antes de amanecer, coincidiendo el rojo del fuego de la cerilla, y el rojo del cielo. Inolvidable. El otro consiste en la entrada del personaje de Omar Sharif. Lawrence y su guía árabe descansan en un pozo durante el viaje al campamento de Feisal. Están en mitad del desierto, y los dos hombres se fijan en una nube de polvo que está en el horizonte. De esa nube surge, de pronto, una extraña silueta negra serpenteante, que no parece ser sólida, y que parece danzar en el aire. Los dos viajeros se quedan callados e inmóviles observando. Muy poco a poco, la silueta danzante va teniendo contornos, y se va adivinando unos ruidos secos, que no son sino las pisadas de un camello. El guía de Lawrence, de repente, echa a correr hacia su camello, coge un revólver, y apunta al camello que se aproxima. Suena un disparo, y el guía cae muerto. Por fin, el camello llega a la altura de Lawrence, y de él baja un jinete vestido de negro, que no es otro que Sherif Ali, lugarteniente de Feisal.
Una película legendaria, maravillosa, épica, humana, y la más personal para mí. Irrepetible.
"Volverás. Para tí no existe más que el desierto..." (Anthony Quinn)










martes, 10 de abril de 2007

Mensaje de bienvenida

Hola a todos! Os soy la bienvenida a mi blog personal, a mi cueva del desierto donde se va a poder hablar de cualquier tema. Ahora lo llaman "blog", pero prefiero referirme a esto como mi pequeño rincón donde las tormentas de arena no llegan, y donde se puede compartir una taza de té de menta, mientras hablamos de lo primero que se nos ocurra. Éste será un espacio libre, sin barreras, situado en mitad del desierto como un pequeño oasis de paz y agua en medio de la desolación más absoluta. Todos estáis invitados a entrar y a uniros en este coloquio sin barreras.
Probablemente os estéis cansando de mi verborrea "desértica", pero es algo que puede conmigo, aunque si que tengo un idioma con el que todos nos identificaremos: el del cine. Amo tanto el desierto como el cine, y ambas cosas se complementan de maravilla, pues suelen ser el refugio de locos solitarios, como yo, que aman los espejismos y las ilusiones que me reportan una infinita alegría, por más irreales que sean ambos.

Y así, me despido, por ahora, de los que leáis esto, y de los que vayáis a hacerlo de ahora en adelante (cuantos más, mejor, porque conseguiréis que el desierto esté menos vacío). Un saludo, y hasta la próxima visita.